En los últimos años ha habido un incremento sustancial del número de ordenadores por aula en los centros educativos. El problema es que los profesores no saben manejar bien este avance que, en principio, es una ventaja.
«En España se ha entregado antes el ordenador a los alumnos que a los docentes» lo que significa que muchas de las ventajas que deberíamos haber notado ya aún quedan muy lejos debido a la falta de instrucción al profesorado.
Otro problema de las TIC en el aula es que la mayoría de los centros no orientan a sus alumnos sobre el uso seguro de Internet, no tienen un protocolo sobre seguridad y no se organiza, junto con las familias, un modelo a trabajar. Es decir, el uso de las redes sociales, por ejemplo, acarrea discusiones, insultos, peleas, en lugar de fomentar el compañerismo y la ayuda entre iguales.
También es cierto que más del 80% de los centros admite tener algún tipo de filtro en sus dispositivos, aunque solo el 62% de los centros tiene instaurada una política de seguridad integral.
Estos datos y experiencias nos llevan a un mismo punto de partida: «el profesor es la pieza clave», y lo primero que hay que hacer es enseñarle también tecnología informática para la educación, y a partir de ahí, ver lo que funciona y lo que no.
En el día a día, el uso de la tecnología en el aula se basa fundamentalmente en la pizarra digital, una de las claves del aprendizaje del siglo XXI. Todos los centros públicos madrileños de educación infantil, primaria y educación especial de la región disponen, al menos, de dos pizarras.
Pero volvemos al principio, el uso de las pizarras parece estar siendo útil, pero la implantación de ordenadores no, es decir: sigue habiendo algo que falla. Mariano del Castillo, director del Instituto de Técnicas Educativas de CECE afirma que «No hay relación sustantiva entre utilización de ordenadores en las aulas y mejora, ni aquí, ni en Singapur ni en Rumanía». Afirma esto basándose en que los centros españoles en donde se había introducido el ordenador, a los diez años estaban teniendo un rendimiento escolar más bajo.
Por otra parte, existe otro sistema que tiene informados a los padres casi en tiempo real de lo que hacen sus hijos y de sus resultados (El horario semanal, la asistencia o las notas). Así que, a fin de cuentas los únicos beneficiados por este cúmulo de cambios han sido los padres que, si antes tenían controlados a sus hijos, ahora más.
Y los más perjudicados, como siempre, son los alumnos/as que, a pesar de tener un arma educativa en potencia entre sus manos, no son capaces de exprimirla al máximo por culpa del Sistema Educativo.
En conclusión, cabe decir que la intención a la hora de introducir las TIC en los centros educativos era buena, representaban un gran proyecto por descubrir, pero la forma en que se trató de implantar ese proyecto fue nefasta. Si hubiésemos empezado por instruir al profesorado en lugar de entregarles los portátiles al alumnado, tal vez la cosa sería diferente.